Democracia: el debate necesario en tiempos de dictadura-Gerardo Réquiz



En Venezuela teníamos una democracia y la perdimos. ¿Qué ocurrió para que se sentaran las bases de la entrada del régimen del UNO y su dictadura? El tema es ineludible en el debate sobre el futuro de la democracia en el país.

Debemos reconocer que el germen de la decadencia se gestó en su propio seno. Chávez aprovechó el deterioro de los partidos políticos que habían detentado el poder y los suplantó, junto con sus líderes, acusados de capitalistas y neoliberales, por un proyecto revolucionario para rescatar a las masas oprimidas por el capitalismo; el relato tradicional de las revoluciones de izquierda que muchos demócratas vieron en sus comienzos con buenos ojos. Llegó al poder por vía democráticas, pero con un discurso de odio y deseos de exterminio del diferente. Hoy, en consecuencia, impera una mezcla de autoritarismo, perdida de libertades, ruina económica, inseguridad y anarquía generalizada que nos mantiene metidos de cabeza en el desorden de lo real y en el desgarramiento sin precedentes del lazo social.

En contraposición al régimen del UNO, una premisa de base prescribe que en democracia no hay verdad única. Se presenta, entonces, el reto de la convivencia de verdades distintas y hasta opuestas, además de la necesidad de distinguir cuáles tendencias la atacan desde adentro cobijadas bajo el liberalismo propio del espacio político democrático. 

La democracia es una experiencia subjetiva que implica ciertos arreglos con el goce. Por el psicoanálisis sabemos que el hombre no es democrático en su estructura. Debe sumisión a su fórmula de goce que no es nada democrática, pues busca su satisfacción constantemente y no desea la renuncia que ella impone. Este es un tema muy actual para el debate que debe tomar en cuenta, igualmente, el mandato del superyó contemporáneo por más goce y el de los semblantes que lo temperan. 

La democracia es una contingencia; es la tarea inacabada que reclama construcción permanente. Está expuesta a los embates del discurso del amo; en consecuencia, requiere eficiente contraloría interna y vigilancia del goce del amo de turno, así como la renovación de sus instituciones, de sus líderes, de adaptación a los movimientos de la época y de prácticas verdaderamente democráticas en sus acciones sociales y políticas. 

En contraposición, el régimen del Uno avanza con menos restricciones, se desliza cómodamente en su inercia y se presta con mayor facilidad a la alianza con los elementos más oscuros del alma humana. 

El régimen del UNO ignora, precisamente, que en democracia no hay significante amo último” […] “El valor emergente, -dice Miller en su texto Psicoanálisis y sociedad. -, “es el relativismo; es decir, tu no vales más que otro”1.  

El amo, como contraparte, impone otra cosa. Impone un para todos” que  se traduce en los hechos en el mandato de un ideal incuestionable. Lo descubrimos en todas las tiranías. En cualquier régimen del UNO encontramos esa maniobra de sumisión a un ideal que promete la liberación de la división subjetiva. De esta manera genera la ilusión de que puede redimir al hombre de lo real y de sus penas, y garantiza el acceso a la felicidad si nos adosamos a él. El Estado, que tiene esta pretensión y cree saber lo que es bueno para cada uno de sus miembros, incluyendo el bienestar del cuerpo, organiza una comunidad de goce con soluciones universales. Con estos fines se crean instituciones estadales. En Venezuela ya contamos con un flamante Viceministerio de la suprema felicidad. Parece un chiste, pero esa idea estaba en los planes de Chávez y Maduro lo promulgó en 2013: “Creado para la suprema felicidad social del pueblo venezolano”. 

La tarea inmediata en Venezuela es la recuperación de la democracia. En eso estamos comprometidos los demócratas. Pero se trata de una lucha desigual con un enemigo que utiliza cualquier triquiñuela para mantenerse en el poder aunque el país naufrague bajo su administración. Esto corre paralelo con las dificultades, contradicciones, intereses individuales, errores estratégicos del lado opositor que están influyendo en la deflación actual de la masa opositora y en la credibilidad en los actores políticos de las organizaciones de la oposición que orientan la ruta a seguir. 

En todo caso, una vez recuperada, se impone la tarea diaria para su sobrevivencia. Sería un error pensar que la democracia se mantiene por inercia. “Un deseo decidido por democracia”, como decimos actualmente en el Campo Freudiano, es necesario, sin duda, pero en nuestro patio debe traducirse en esclarecimiento y acción efectiva, de lo contrario no sería más que una frase bonita sin mayor alcance.                  


 1-Miller, J.-A, Psicoanálisis y Sociedad, Freudiana 43-44, Ed. Paidós, Barcelona 2005, p. 16

 

 

 

 



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