De la subversión y la desobediencia ética-Mario González


Jacques-Alain Miller en su conferencia «Anguille en politique» nos dice como Lacan enseñaba acerca de la desconfianza respecto a los ideales y las utopías que gobiernan el campo político. Él no creía en las leyes de la historia. Si la política procede por identificaciones, lo propio del psicoanálisis es ir en contra de las identificaciones. En este aspecto, Miller dirá que el psicoanálisis es el reverso de la política. No obstante, en el párrafo siguiente señala que… «el inconsciente es otra cosa – Lacan decía habitualmente que el “inconsciente es la política”»(1)
Luego, mencionará que «el liberalismo no es, sin embargo, la condición política del psicoanálisis».(2) Justamente porque lo que se quiere evitar es la identificación. Resultaría no menos que desastroso que el psicoanálisis al no ser revolucionario se identifique con el liberalismo. Y no por las políticas liberales en sí, sino por la capacidad que tiene el psicoanálisis de sacudir los semblantes de la civilización.
Con respecto al socialismo, seamos claros. Estamos en Venezuela. Hemos vivido la marea roja. La marea roja tiene dos acepciones – la marea roja comunista y la marea roja como fenómeno acuático, proliferación de las microalgas en cualquier cuerpo de agua que tiene un efecto nocivo en el organismo. En cualquier caso, el efecto nocivo en el organismo está presente en los dos significantes.
Los regímenes socialistas se han encargado hasta los momentos de aquello que denunciaba Lacan: de crear identificaciones, utopías y sistemas. Se han encargado, de disfrazar el totalitarismo bajo el nombre de socialismo. Lo hemos visto, lo hemos leído. El muro de Berlín cayó, es un hecho. Sin embargo, los simpatizantes de este régimen insisten en que el verdadero socialismo no ha existido. Unos denunciando que las medidas del dictador Nicolás son neoliberales. Otros –con un cinismo inigualable– anunciando la marcha consecutiva al progreso. Si tenemos que vivir la falta de democracia una y otra vez buscando la «verdadera existencia» más vale que no lo sigamos intentando. Lo cierto es que en Venezuela no hay Estado de Derecho. JAM 2 anunciaba esto en su conferencia de Madrid e invitaba a indagar más sobre el concepto.
El Estado de Derecho tiene su origen como concepto en el jurista alemán Robert von Mohl. En su libro La Ciencia Política Según Los Principios Básicos Del Estado De Derecho definía el Estado de Derecho o Rechtsstaat como el estado donde la autoridad encargada de imponer la ley también se somete a ella. La autoridad deja de ser la persona y pasa a ser la ley. De esta manera, Rechtsstaat se convertiría en la condición necesaria para la existencia de la democracia. Se trata del conocimiento de los derechos fundamentales o inalienables del individuo. Esto tiene sus raíces, según varios autores, en Kant. Bajo la noción del imperativo categórico se crea un tipo de máxima en donde toda la política debe rendir homenaje al Derecho. Así, el derecho no debe nunca adecuarse a la política, pero la política siempre debe adecuarse al derecho. ¿A cuál derecho? A los derechos fundamentales. Que tienen su origen en la Asamblea Nacional Constituyente francesa de 1789 hasta la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) de 1948.
Ahora bien, lo relevante que debemos mencionar es que el Estado de Derecho, tal como se anuncia ahora, tiene su equivalente en la palabra anglosajona rule of law: el imperio de la ley. Ya Aristóteles en su política había mencionado que «…es más apropiado que la ley gobierne que cualquiera de los ciudadanos».(3) El problema está cuando los que gobiernan utilizan la ley para gobernar a su favor. Ya que puede existir un sistema jurídico no democrático. Recordemos, por ejemplo, al régimen nacionalsocialista en donde las normas emanaban del parlamento y eran aplicadas por jueces competentes. De acá surgió la frase emitida en los Juicios de Nuremberg: «El puñal del asesino se oculta bajo el manto del jurista». A esto se le llama positivismo jurídico.(4)
Por consiguiente, el Estado de Derecho debe vigilar qué contenidos son señalados como deseables para excluir a los estados totalitarios –o al menos esta sería la característica que queremos señalar aquí–. La ley no debe ser el instrumento para guiar la conducta de los ciudadanos, al contrario, la ley o el derecho es la base y el límite de la actividad del Estado.
Haría falta una investigación de meses para decir todo lo que hay que decir acerca del Estado de Derecho. Empero, lo que debemos rescatar es que el Estado de Derecho no es sin división de poderes. Ello es absolutamente necesario. Pues de allí que un estado sea democrático o no. Vayamos a las fuentes y citemos a Montesquieu.

Todo estaría perdido, cuando el mismo hombre, o el mismo cuerpo, ya sea de los nobles o del pueblo, ejerza esos tres poderes: el de hacer las leyes, el de ejecutar las resoluciones públicas, y el de juzgar los crímenes o las diferencias entre los particulares.(5)

Por ende, recapitulamos… En Venezuela NO-hay Estado de Derecho. Léase lo anterior como un gran paréntesis. El psicoanálisis no es sin ética, así como el Estado de Derecho no es sin división de poderes. Hay cosas que pivotean. La desobediencia ética es un significante que escuché en la escuela, hace referencia a los Juicios de Nuremberg ya mencionados párrafos arriba. En donde los jueces invocaban su inocencia apelando su limitación a lo impuesto por la ley; que creían en la democracia pero que estaban influidos por el pensamiento de Kelsen y que, simplemente, lo seguían con plena convicción. ¡Pobrecitos! Solo eran Kelsenianos… En el artículo Desobediencia, Guy Briole nos habla de la facultad de elegir que debe tener un ser humano ante el uno-totalitario, en donde el psicoanálisis apunta al bien decir no es permitido hacer caso omiso a la continuación de un impasse. Es una cuestión de elección: rechazo o sumisión, apuntó Briole.(6)
Por último, quisiera terminar con un aforismo. Friedrich Nietzsche en su libro Así habló Zaratustra dirá: El desierto crece: ¡Ay de aquel que dentro de sí cobije desiertos!(7) No debemos dejar que el desierto hasta ahora presente –desde hace 20 años presente– nos arropé con su manto inmundo. Debemos, en nombre de la democracia, hacer del desierto un lugar poblado, lo que no significa otra cosa que no ceder ante el deseo. Ya que justamente la posición ética de lo que trata es de no renunciar al deseo.

Referencias bibliográficas


(1)     Miller, J.A. (2005) Anguille en politique.
(2)     Ibíd.
(3)     Aristóteles (1988) Política. Madrid: Editorial Gredos, pág. 103.
(4)     Hayek, F. (1998) Los fundamentos de la libertad. Cap. XVI, La decadencia de la ley. Madrid: Unión Editorial.
(5)     Montesquieu (1906) El espíritu de las leyes, pág. 228. Universidad de Sevilla.
(6)     Briole, G. (2017) Desobediencia. En “La movida Venezuela” http://grupovenezuelazadig.blogspot.com/2017/12/desobediencia-guy-briole.html
(7)     Nietzsche, F. (2013) Así habló Zaratustra. Madrid: Alianza Editorial, pág. 479
 


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