Dias-por-a - Audrey Suárez





"Diáspora" es un término ahora común entre los venezolanos. Su definición deriva del griego y significa "dispersión"; en el Diccionario de la Real Academia Española, se define como término femenino, dispersión de un grupo exiliado de su lugar de origen. El punto es que es un concepto que supone movimiento, se entiende como un efecto social y su referencia inmediata en el pasado es a los judíos. En el siglo XX y en el actual, han habido movilizaciones sociales productos de conflictos de guerra, son los casos de Siria o Irak, o los llamados conflictos armados, que suponen una confrontación de menor escala que una guerra, siendo el caso de Colombia, por nombrar solo algunos, uno de los países que ha vivido el movimiento forzado de sus poblaciones, para preservarse e intentar una vida donde las condiciones mínimas de supervivencia se garanticen. Visto así, en la historia, es posible ubicar esos desplazamientos sociales, producto de los intereses humanos en conflicto, pero cuando ubicamos en el siglo XXI lo que supone un desplazamiento social no convencional, Venezuela aparece con escenarios definitivamente inéditos. La diáspora venezolana, al igual que la idea de dictadura venezolana, es inédita, no es similar a la emigración cubana hacia los Estados Unidos y ya en el 2017 es más semejante a la de los judíos, como efecto del holocausto.

La causa de la emigración venezolana fue pasando desapercibida años previos al 2017 porque no había una forma única para nombrar la o las causas, no es un único hecho claro, definitivo, como el traslado de los judíos a los campos de concentración nazis, es un real que como tal, en el intento de nominarlo, es intento de asir lo real para simbolizar y definir sus efectos que la cualidad de horror no permite. Para describir la causa de la diáspora venezolana, hay que ubicar la relación con la disminución de la población o la condena a las generaciones de relevo; jóvenes y niños desnutridos, sin acceso a superar enfermedades, sin acceso a los recursos básicos de alimento y protección médica, y esto acontece de manera forzosa, en los mismos hospitales y en los hogares de los venezolanos, debido a la falta, o a la imposibilidad de la mayoría, de pagar una dieta balanceada o medicinas, consideradas básicas en el siglo XXI. Todo este escenario de horror en Venezuela supone un exterminio, exterminio por mengua, no distingue origen étnico, ni exclusivamente razón económica, no se circunscribe a lo racional, eso sería inscribirlo en lo simbólico. El predominio de estas acciones es pulsional, un goce desbordado, rasgos de goce compartidos, si es posible nombrarlo de esa forma, por parte de los que se reúnen ante la idea llamada de "Estado" en Venezuela, en este momento. Un Otro de tales magnitudes de control, ideal y determinación, que la emigración es el mejor de los efectos sintomáticos como respuesta de un sujeto a la preservación, no es generalizable por supuesto, implica el punto de quiebre del uno por uno ante ese real y esto a su vez es de difícil lectura por parte de los enfoques sociológicos y conductuales, siendo la orientación del uno por uno la aproximación posible para no sucumbir a la angustia por una causa que se despliega como generalizada.

Los psicoanalistas venezolanos han respondido hasta ahora, ante ese real, la estrategia ha sido desde el uno por uno como orientación clínica, pero la pregunta insiste ¿cómo lidiar con ese real desde la persona misma del analista, que es sujeto en esta misma cultura?, ¿cómo seguir propiciando la transferencia, cuando se trata de situaciones de tal nivel de estrés social, del que no es ajeno la persona del analista?

Esta idea me hizo recordar la emigración de Freud antes de terminar la segunda guerra, emigración no por anticipación del mismo Freud, más bien, ante la insistencia de la Princesa Marie Bonaparte, quien históricamente es reconocida como la que generó el salvoconducto de Freud de Viena a Londres. Fue su determinación, al punto de instalarse en las escaleras del departamento de Freud, ni siquiera la comparecencia de la hija, Anna, por amedrentamiento nazi, ni el allanamiento a la residencia de Freud, lo que propiciaron ese instante de concluir en él, del que Lacan hace referencia ante lo sintomático, no fue reacción del Freud sujeto, fue la respuesta a un acto de su analizante ante el real del nazismo como tal, Marie B., encarnó lo vivo, la vida estaba ya en juego; como pasa para algunos venezolanos, Freud insistió en quedarse hasta que lo real se impuso preservar la vida, ni siquiera la propia lo movió a dejar Viena, hasta el acto de la Princesa Marie.



En el caso de los analistas lacanianos, la pregunta que insiste es ¿qué lectura de este real es posible?, ¿qué es llevar hasta las últimas consecuencias un análisis, en estas condiciones de país, cómo bordear en estas condiciones el hallazgo lacaniano del objeto a en los análisis?, si ahora el día a día en los consultorios, abrumadoramente, es el manejo de la angustia como antesala del síntoma singular. Los analistas en Venezuela insisten en la vida, para tratamiento del goce y ahora más que nunca, la apuesta por sostener la causa analítica emerge como lo necesario ante lo imposible, los que nos formamos en este país en la causa psicoanalítica de orientación lacaniana enfrentamos la invención de la continuidad del dispositivo analítico, porque en la decisión de propiciarlo, el cuerpo del analista es parte del acto analítico. Es así como confrontados en un día a día - por- ser semblante de objeto a, la vuelta del término diáspora es “dias”-por- a, en el compromiso de estar a la altura de la historia que nos tocó, reinventar un día a la vez, la posibilidad de sujetos en análisis, vía skype, por teléfono y/o de modo presencial, pero insistiendo en que hay algo más que el goce del Amo.

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