Desobediencia - Guy Briole
“Mañana mataré a un hombre”. Fue la orden que le fue dada
y él la aceptó. Como respuesta a su tormento, su superior quiso hacerle ver que
ellos estaban en guerra. Sin embargo, no podía detener ese pensamiento
lacerante que lo taladraba: “Mañana estaremos ligados el uno al otro para la
eternidad, como únicamente el verdugo y su víctima pueden estarlo” (1). Que los dos
estén, de alguna manera y a veces a pesar de ellos, comprometidos por otros o
por la circunstancias en esos dos roles no desvía para nada que ellos no estén
tomados, cada uno en su lugar, en este trágico frente a frente. La Guerra, como
todas las circunstancias excepcionales de la historia de los hombres, es como
la noche; cubre todo, o casi todo. El problema es el alba, cuando el día quiere
horadar la noche. Dejar al alba ganar sobre la noche es saber que esta parte
negra concierne a aquel cuyo acto no puede justificarse a partir de los otros.
Salir a la luz del día dejando la traza negra enganchada
a otros, a aquel que habría dado la orden, en la época turbulenta, es no querer
saber nada de lo que ha estado comprometido para un sujeto en este camino.
Comporta desviarse de lo que debería enseñar la historia de los hombres y el
psicoanálisis.
Facultas resistendi
Durante el proceso de Nuremberg, el 4 de diciembre de
1945, fue adoptada la idea según la cual la obediencia militar es central en el
funcionamiento de una armada. Sin embargo, ella no justifica que alguno cometa
crímenes o actos injustificables, aun si una orden le ha sido impartida. “Llega
un momento en el cual un ser humano debe rehusarse a obedecer a su jefe, si él
debe también obedecer a su consciencia. Aun el simple soldado que sirve en las
filas de la armada de su país no está
obligado a obedecer órdenes ilegales”. La redacción final de lo decidido fue lo
siguiente: “El hecho de haber actuado por orden de su gobierno o de un superior
jerárquico no quita la responsabilidad del agente si éste ha tenido moralmente
la facultad de elegir” (2). Tenemos aquí planteada la facultas resistendi, esta facultad de resistir, con la que, aparentemente,
se quisiera descargar a los subalternos para reservarla al discernimiento de
los que decidieron. Entonces el engaño es doble: del lado del que tomó la
decisión, no fue él quien cometió el crimen, del lado de quien ejecutó, él no
tuvo verdadera consciencia del contenido de sus actos. Vercors (3), recordando
a Macbeth, destaca que cada quien “siente sus crímenes secretos pegados a sus
manos” pero también busca desprenderse de ellos para hacerlos recaer en el
otro. Al interés superior de la nación, al patriotismo exaltado, se liga el menosprecio
de aquel que ordena por los que ejecutan, tanto más si “aquellos que él dirige
obedecen más bien al temor que al amor” Este jefe, que no tiene el amor de los
suyos, es “un bien miserable maniquí”. El cinismo se asienta en aquel que
comanda sobre aquellos cuya obediencia pasiva, la estricta sumisión permite que
se cometan excesos a gran escala. Nada se opone más al horror de un goce
adictivo que le procura al torturador el sufrimiento y la tortura, tanto física
como moral, de aquel que ha sido designado, entregado a la violencia mórbida de
aquel que se siente justificado de ejercerla. Para esto, ninguna formación es
necesaria.
Desobediencia, responsabilidad y ética
Escribir sobre los eventos que han marcado la historia de
los hombres, en lo que ella pueda tener de más inhumano, no puede hacerse a
muchas voces. El psicoanálisis apunta al bien decir y no puede mantenerse
alejado de juicios, así como de acusaciones o perdón. Las posiciones, tanto de
Freud como de Lacan, fueron las de aprehender eso que en el corazón de cada sujeto puede alojarse y
en ocasiones desencadenarse, más allá de toda causalidad. Despejar este real no
es explicar, es escribir sin temblar, fuera de toda complacencia. El psicoanálisis
no conduce a un “impasse” sobre la responsabilidad (4). Él enseña que el hombre
lleva con él negros designios en relación a sus semejantes y ponerlos en acto
pone de manifiesto la cuestión de una elección: rechazo o sumisión. Entonces, se establece un cierto
“rapport” entre esta elección y una ética de la desobediencia.
Referencias bibliográficas
(1) Wiesel É, L’aube,
Paris, collection Points, 1969, p.10.
(2) T.M.I Nuremberg,
Proces des grands criminels de guerre devant le tribunal militaire
international, 1949, t. 1, p. 235.(3) Vercors, Le silence de la mer, Paris, Magnard, Classiques et contemporaines, p.151
(4) Lacan J., La Science et la verité, Ecrits, Paris, Seuil, 1966, p. 858.
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