"Sólo participan de la historia los deportados" Clara María Holguín
La frontera colombo-venezolana ha sido y sigue siendo testigo de
migraciones. Si hace no más de 30 años, fueron los colombianos, violentados por
la guerra y el anhelo de un futuro económico, quienes buscaron refugio en el
lado venezolano de la frontera; hoy, miles de compatriotas colombianos y del
vecino país, afectados por el régimen totalitario, buscan ser acogidos de este
lado. Ella nombra el síntoma de nuestro
malestar, para poner en juego el exilio
que habitamos como parlêtres y mostrar, como dice Lacan que, “la historia no es
nada mas que una fuga, de la cual no se cuentan más que los éxodos”(1). Éxodo
de goce que es deportado y al cual nos enfrentamos, porque mientras ese goce particular esté del
otro lado, tamizado por la frontera, no es amenaza, una vez que ella se cruza, el
riesgo es que eso Otro –extranjero- se aproxime mucho.
Es verdad que aún no llegamos a enfrentarnos a un desplazamiento
de inmigrantes tan masivo como el que vive hoy Europa; sin embargo, no estamos
lejos de ello. Al paso que vamos, muy pronto se superará el millón de
venezolanos en nuestro suelo. Los números dejan suficientemente clara la
magnitud de un desafío sin precedentes en la historia colombiana y no podemos
llamarnos a engaños: todo indica que seguirá creciendo. Urge entonces interrogar,
de modo ético, la manera cómo recibimos a todos aquellos que huyendo del
horror, cruzan la frontera para volverse extranjeros ¿Cómo acogerlos? ¿Cómo
recibir lo extranjero sin horrorizarse? ¿Cómo alojar “eso” excluido y
desplazado que pretende convertirse en parte de nuestras vidas, presentificando
la aporía sobre la que nos constituimos como parlêtres, allí donde lo propio,
eso que llamamos identidad, sea esta individual y/o del Estado o nación, es al mismo tiempo, lo ajeno o exiliado propiamente dicho? La
migración y el exilio nos colocan frente a ese cuerpo extraño que es nuestro
goce, del que no queremos saber nada.
Es mi interés, en esta nota, pensar la perspectiva de la migración
del lado de quien recibe a lo extranjero, para mostrar el riesgo de que esta
“acogida” sea pensada en términos de ley y en el marco de lo políticamente
correcto, pero también evocar la alternativa que nos ofrece el psicoanálisis
como orientación.
Es sabido que toda ley implica el “para todos”. El universal
apunta al Uno identitario, el todos iguales, que no es otra cosa que hacer que
lo extranjero comparta nuestra identidad, se vuelva idéntico a “nosotros mismos”, rechazando la
diferencia. Si a ello agregamos la tendencia contemporánea de hacer de la
ficción universal un real, al modo del “no hay ninguno que no”, donde nadie
escapa a la ley, nos enfrentamos a lo absoluto que exige que se entregue la
extranjeridad, hasta llegar incluso a desconocer el marco legal de los derechos
mínimos de acogida del otro.
Otra perspectiva es la que nos ofrece la orientación analítica,
desde donde es posible pensar una acción por fuera de la ley universal, para
orientarse por la brújula de lo real. Al contrario de rechazar y no querer
saber de lo extranjero porque nos enfrenta a ese goce que nos constituye y
divide, se trata de estar advertido de ello, para acoger la diferencia, consintiendo
a la imposibilidad de pretender la identidad. No se trata solo de tolerar que, como
señala Miller, es nuestro modo actual de silenciar y hacer dormir, sino de
posibilitar un tratamiento de eso que migra desde lo singular. Ir contra el todo e introducir el “no-todo”,
que no es el “al menos uno de la excepción”.
Más que hacer que una frontera sea un límite, se deberá apuntar a
que ella se torne un borde donde el síntoma pueda aparecer. Si bien lo
extranjero es siempre del orden de lo real, inexplicable y fuera de sentido, es
posible nombrarlo para darle un uso, que no lo haga intrusivo. Abogo pues por
una política que desde la ética permita la “hospitalidad”, es decir, hacer del
extranjero un “huésped” que viene a participar de nuestra modo de vida y no de
nuestra identidad, para desde allí, hacer con ellos la historia.
Bienvenidos amigos y colegas venezolanos, “solo participan de la
historia los deportados”. (2)
Referencias
bibliográficas
Lacan,
Jacques, Joyce el síntoma, 1975. En Otros
Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 595.
Ibíd., p. 595.
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